Voy a confesar en estas líneas mi fascinación por los Juegos Olímpicos y por las personalidades que trabajan en torno a ellos. Es por eso por lo que quiero rendir homenaje a uno de los grandes de este movimiento olímpico en la era moderna. Nos ha dejado una de las celebridades del olimpismo y por ello del deporte.
No me queda más que dar las gracias por todo aquello que ha hecho, por algo que yo considero mi vida, el deporte y todo su movimiento representado por lo que llamamos “el sentimiento olímpico”
Nacido en Barcelona el 17 de julio de 1920, Juan Antonio Samaranch Torelló tuvo una vida relacionada íntegramente con el deporte, en la que presidió el Comité Olímpico Internacional (COI) durante 20 años (1981-2001) y se despidió del cargo con la "Medalla de Oro Olímpica" y con el nombramiento de presidente honorario vitalicio.
Entre sus logros en el cargo, consiguió la autofinanciación de los Juegos Olímpicos desde 1984, incorporó a los atletas a los puestos de decisión con la creación de la Comisión de Atletas y luchó por una mayor "limpieza" en el deporte, hasta poner en 1999 el embrión de la Agencia Mundial Antidopaje.
Gracias a sus grandes dotes diplomáticas, Samaranch se convirtió en el gran defensor de las candidaturas olímpicas de Madrid 2012 y 2016, lo que le valió para recibir el 28 de abril de 2005 la Medalla de Oro de la ciudad.
Formado en estudios de profesor mercantil, se inició en el deporte en el hockey sobre patines (RCD Español), disciplina en la que llegó a ser seleccionador y primer presidente de su Federación Española (1954-56). Entre 1955 y 1962 fue concejal de Deportes en Barcelona, y de 1966 a 1970, delegado nacional de Educación Física y Deportes. Fue procurador en Cortes de 1967 a 1977.
Además, presidió la Diputación de Barcelona entre 1973 y 1977 hasta su nombramiento como embajador en la Unión Soviética.
Fue en 1956 cuando entró a formar parte del Comité Olímpico Español (COE), ocupando su presidencia entre 1967 y 1970. En 1966 fue elegido miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), donde fue jefe del Protocolo, miembro de la comisión ejecutiva y vicepresidente (de 1974 hasta 1978).
El 16 de julio de 1980 fue elegido en Moscú presidente del COI en primera votación, superando a otros tres aspirantes. Fue reelegido al frente del COI en agosto de 1989 en Puerto Rico, septiembre de 1993 en Mónaco, y septiembre de 1997 en Lausana.
En el plano económico, consiguió la autofinanciación desde los Juegos de 1984, gracias a los programas de patrocinio o la venta de derechos televisivos. Además, promovió la reducción de ingresos para los organizadores de los Juegos y aumentó los de las instituciones deportivas. También, aumentó la dotación económica de la Solidaridad Olímpica.
Tras la denuncia de corrupción en Salt Lake City, acometió una revolucionaria reforma de las estructuras, creó la Bienal del Deporte en las Bellas Artes, de la Olimpiada Cultural e inauguró en 1993 el Museo Olímpico de Lausana.
El 16 de julio de 2001, en Moscú, le sucedió en el cargo el belga Jacques Rogge y pasó a presidir la Fundación del Museo Olímpico de Lausana (recibió su nombre).
El legado que nos deja es imborrable. Fue el gran propulsor del movimiento olímpico y el éxito de Barcelona’92 no se entendería sin él. Hasta el final estuvo implicado en el olimpismo. Apoyó en todo momento la candidatura de Madrid para organizar los Juegos de 2012 como los de 2016 anteponiendo su apoyo por delante de su imagen social al pedir al jurado de la asignación de la ciudad olímpica del 2016 que votasen por lo que el había representado y por lo poco que le quedaba de vida.
El último episodio de su olímpica vida ocurrió este domingo (19 de abril de 2010), cuando fue hospitalizado en la clínica Quirón de Barcelona, a consecuencia de una insuficiencia cardiaca, que finalmente le produjo la muerte.
